Hacia el cambio

Ves la vida desde fuera, te quedas tras la barrera, observando cada mañana cómo el mundo camina, personas que van de un lado para otro, todas ellas con un rumbo fijo, con un objetivo, con una vida, su vida… ¿qué hay de malo en sentarse a contemplar cómo pasa el tiempo? Esperas, esperas y esperas a algo, a alguien, a nada… tan sólo te dedicas a escuchar sonidos, voces, susurros… ninguno de ellos dice tu nombre, ninguno de ellos va dirigido a ti. Entonces es cuando te das cuenta de lo sólo que vives, rodeado de multitud, extraños, conocidos, amigos, olvidados… todos ellos mezclados en un mundo vacío, carente de sentido, empeñado en avanzar hacia ningún sitio, esperanzado en conseguir lo imposible… utopías, tan sólo eso. Descubres que soñar no es más que vivir una realidad que no existe, que todos los sueños que tenías aún están por cumplir, sueños de los que despertar significa aceptar de nuevo esa cruel y amarga sensación de soledad que agota tu ser hasta hundirte en la almohada… Sales a la calle con la ilusión de encontrar algo de luz y ves a la gente pasar, cada uno con su vida, solos en un mundo repleto… decides sentarte en un banco, esperando ese algo especial, ese alguien especial, ese momento que haga que la vida sea especial, pero mientras llega, te limitas a ver la vida desde fuera, pensando que quizás nunca llegue si continúas ahí sentado.

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